El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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jueves, 31 de mayo de 2012

El inquietante Robert Aickman (1)

Un  joven busca trabajo y encuentra un puesto de cartero provisional en un poblado vecino del de sus padres. Recorre largos trayectos a campo través en su bicicleta, vigila la casa de una misteriosa mujer casada y emprende una extraña correspondencia con ella. De vez en cuando la ve por la calle, siempre de compras. Es elegante, es bella, necesita ayuda; pero no por ello le promete nada. Él empieza a quererlo todo. Le alquila una habitación en una vivienda familiar con la esperanza de animarla a huir con él y así alejarla de su violento marido, del país incluso. Ella acude a la casa; enseguida parece encontrar una aliada natural en la dueña y sus siete diablillos, que la tratan como a una reina. El joven cartero debe correr con los gastos de todo. Ella le sigue advirtiendo que no va a conseguir nada, y en efecto, pronto va a descubrir que nunca será para él. En un arrebato, le exige que se quite su bonito vestido; pero debajo tiene otro, y luego otro más. ¿Quién es esta extraña mujer? "Soy la persona que cada cartero encuentra al final", le dice, con una de esas frases que sólo quedan bien en los libros. También comenta que no es que no le guste su vida, sino que ella no vive, y uno tiende a interpretarlo literalmente. El cuento se llama "Letters to the Postman" (1980) y lo firma Robert Aickman.

"Correo para el cartero”, en Terry Carr: Fantasías. Los mejores relatos de la narrativa fantástica actual. Barcelona: Martínez Roca, 1989, pp. 14-46.

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