El fragmento debe ser como una pequeña obra de arte, aislado de su alrededor y completo en sí mismo, como un erizo -- Friedrich Schlegel --

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jueves, 30 de enero de 2014

Actualidad de Descartes (y 2): la duda y el genio maligno

   La  más famosa historia simbólica de la Filosofía es el Mito de la Caverna platónico, con su distinción entre realidad y apariencia, siendo a su vez el apoyo de la más sorprendente hipótesis metafísica jamás planteada, la del "genio maligno", según aparece en las Meditaciones Metafísicas (1641) de Descartes; pero como punto de conexión podríamos referirnos a la pregunta semiescéptica de Montaigne, "Que sais-je?" y a la celebérrima escena de un Hamlet lleno de dudas ante el cráneo de Yorick, "Ser o no ser...", a finales del siglo XVI; pero ni la hipótesis platónica de una humanidad encerrada en el engaño sobre la verdadera realidad, ni las dudas existenciales de Hamlet, alcanzan la radicalidad del planteamiento cartesiano, ya que la posibilidad del genio maligno implica la hipótesis de un engaño permanente de la conciencia. De ahí la necesidad para el primer racionalista de demostrar la existencia de Dios, pues Dios excluye toda posibilidad de duda extrema, la que atañe a la evidencia encontrada en el puro ejercicio de racionalidad, ya se trate de evidencia lógica, matemática o metafísica. 
   En la actualidad, el filósofo norteamericano Hilary Putnam ha reactualizado el argumento del genio maligno con una curiosa historia de ciencia ficción de cierta influencia en el cine (The Matrix, 1999) y hasta en los dibujos animados (Futurama): "El Caso de los Cerebros en una Cubeta", discutido dentro de su libro de 1981 Razón, verdad e historia. Su conclusión es que esta posibilidad, la de hallarnos siempre y en todo momento engañados es una hipótesis que se autorrefuta. En efecto, el hecho de estar engañados en todo salvo en la certeza de estar siendo engañados no es congruente con la hipótesis de partida, tal
y como decir por ejemplo "Yo siempre miento" es un enunciado autocontradictorio y paradójico, que se autodestruye en cuanto afirmar que es verdadero implica que es falso, tal y como, dice Putnam, ocurre con el enunciado "Todos los enunciados generales son falsos", que si fuera verdadero firmaría su propia sentencia de falsedad, o la reducción al absurdo que es decir "Yo no existo" (que no puede ser verdadero y al mismo tiempo ser dicho), tal y como comprendió perfectamente el propio Descartes. La duda que resta es por qué Descartes no confió en la lógica para descartar la hipótesis del genio maligno, a lo que tal vez se pueda responder que en su época no se había entrado en tales disquisiciones, más propias de la Filosofía del Lenguaje del siglo XX.


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